Jakie Ray o cómo asistir al entierro de una súper estrella
No
bien se hubo enterado Olivia, se apresuró a decírselo al mundo, y como todos,
colocó la convenida señal en su estatus. Posteó cuanta cosa pudo y señaló sus
condolencias y luto, simultáneamente al resto de los fans que pudo alcanzar.
Nadie será como él jamás, no habrá otro, no se igualará su fama, su talento…
Lento era el día que comenzó siendo lunes y que, peor, había llegado a ser
alguna región interminable, envuelta en la enorme y refulgente sombra del caído ídolo. Sería difícil describir con simples y arrebujadas palabras lo que Olivia
sentía, siendo que ella siempre, desde que podía recordar, tuvo ahí a Jakie Ray
para confiar, para oír la sensual y desenvuelta voz del hombre, tan tersa como
debían ser los trajes de cuero y látex que tanto acostumbraba en sus
presentaciones, tan intensa como las luces que acompañaban su acto, tan
dramática como los buenos culebrones, los que no cansan tanto aunque
repiten nombres larguísimos y exóticos; era simplemente perfecto. O habría sido
el más cercano a eso de no haber cambiado pública y constantemente sus
preferencias sexuales, o sus cinco sonados divorcios, o su fortuna desperdigada
entre galones y galones de alcohol, cristal y decenas de otros estimulantes
insumos. De cualquier manera, a él se le podía perdonar eso, ya que a
diferencia de la gran masa de perdedores e ilusos, Jakie tenía lo que tantos
shows habían llamado “un talento demasiado atípico y evidente como para pasarlo
por alto” –palabras más, palabras menos-. Raleigh Robert “Jakie” Raymonds era
sin duda un dotado, dado que ningún otro más hubiera pensado en integrar a ritmos
novedosos, que nadie pensaba iban a funcionar, la sensibilidad del hombre
promedio hacia su mera existencia y sus asuntos del día a día. Once again it’s burguer time ilustraba
sus tiempos de empleado en una compañía de entregas a domicilio y la abulia del
almuerzo acechando en algún lugar siempre nuevo pero siempre igual, este reclamo con aportes de blues y lento rock
llegó luego a conocerse como Plague en la ciudad;
él mismo consintió que era mejor que el título original, y la humildad del
hecho le valió el reconocimiento de muchos quienes sin siquiera ser fans,
reconocieron que no siempre escuchaban actitudes así, es decir, de artistas “de carne y
hueso”. Gone there on a bike, hitchhike
to get back musicalizó sus andanzas en la entrega de una bicicleta, cuando
para ahorrarse el autobús de vuelta pidió aventón, “eran tiempos difíciles,
entonces era joven, y no me importaba trepar al carro de alguien más con tal de
ahorrarme unos dólares.” declaró al respecto. América lo adoraba, se
identificaba con él. Era ellos, con voz alta e inspiradora, era él sus
preocupaciones, sus desventuras y sus mismas alegrías. La primera vez ante las cámaras se presentó con la guitarra de Joe, su primo, en aquel show dominical de Atlanta, donde
pese a ser uno entre tantos números se llevó él la noche. Los primeros contratos
incluían un disco y giras locales, pero tras Las Vegas, vendió su alma a un
magnate de los medios, por así decirlo. Años de exclusividad y giras mundiales
vinieron: Milán, Barcelona, Londres, Múnich en pleno Oktoberfest, Tokio… el
éxito sobrevivió los escabrosos primeros cinco años. La exclusividad del pacto
venció y Hollywood se anexó una serie de títulos con su estrellato (donde pese
a un par de fracasos, la estrella subió aún más alto, como el siempre recordado
Never too soon for Christmas o bien O’Neary’s golden hands). El hombre
derecho, el franco ídolo de Jackson County, y quizá la mayor noticia local desde
los “Scottsboro boys”, cambió de la noche a la mañana. Hay quienes dicen que al
volver del Japón algo lo había cambiado, pero lo cierto es que su tiempo en
Beverly Hills no pudo menos que considerarse tumultuoso, y la prensa
internacional jamás quitó el dedo del renglón. Desde Seattle hasta Palm
Beach, donde solía dividir su residencia a lo largo del año, no dejó de
asombrar a sus vecinos y seguidores. Tendría cerca de 50 años cuando decidió
fundar su centro de estudios musicales en Seattle, donde invitaba a las nuevas
generaciones a desarrollar ritmos innovadores y perfeccionar su técnica. Los
sencillos que afirmó haber logrado gracias al estimulante contacto con la
juventud recibieron al menos cuatro demandas por plagio en los años siguientes;
aunado a eso, Dayton y Collins, los dos sonados casos de supuesta corrupción de
menores, contribuyeron a dividir ampliamente la opinión pública respecto a la integridad
moral del artista. Ciertos investigadores aún afirman que todo eso apenas era
la punta del iceberg… aunque nadie ha hecho pública más información de dichos
casos, al menos no hasta ahora. Olivia convenció a Jade, Ginger y Rita para el viaje de 12
horas hasta Seattle; prefería ir en el auto que volar hasta ahí, porque, les
dijo, les haría bien pensar todo ese tiempo, escuchar al tremendo Ray en la
carretera y mirar los paisajes por las ventanilla, además podrían visitar a
la abuela de Rita, Catalina, a quien tenía años que no veían, ya que desde la
muerte del abuelo Felipe nunca salía de Beaverton. Llegar a Lake View fue una
tremenda impresión para las chicas, quienes aun algo sentidas por la discusión
en el auto acerca de si Ray había abusado de los chicos Michael Collins y Frank Dayton o
no, se tomaron de las manos para evitar perderse entre el mar de gente que chapoteaba
entre tumba y tumba. Fue casi gracioso pasar junto a la lápida con el nombre
Bruce Lee, pero sin ánimos de fotografiarse ahí; ellas, Olivia al menos, se dijo, había ido
por su Jakie Ray. Un generalizado “Amen”, se oyó por todo Lake View cuando el
reverendo Paddington finalizó la oración última. Magda y Gertrude, dos de las ex
esposas presentes lloraban tras las gafas Dolce & Gabbana la una e Yves
Saint Laurent la otra. Entrando al cul-de-sac de la calle 22 sudoeste de
Beaverton, y ya mirando a la abuela Catalina y la alegría en los ojos de Rita,
Olivia pensó que al menos ya no tendría que estar al pendiente de nuevos
lanzamientos del gran Ray, puesto que ya tenía toda su discografía tanto en
físico como en el iPhone. A lo mucho, se sonrió, debería prepararse para las
ediciones conmemorativas que vendrían dentro de poco... los documentales... los mejores covers...
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