Un avispón grande y amarillo



Entre las flores que esnifa el hard-in, se irguió suculenta y magra su folio-rastrera figura. Las seis y sereno.

Cintura de avispa, ojos mil, la boca casi una, hélices irredentas las alas, reactores de histrionismo pugil y par de núbiles hadas.

Aes carmiento ufano debe berse una flor virginial fue ipso facto visto por ella; lo cauterizó grotesco, lo conceptó hiperverso. Ocho y ya sin sereno.

Desplegando en fur- yeah dijo ella qué falso tu actuar, tecleó él un rápido y mordaz yaquisieras. 

Mirar a dmirar, los dose odiaron a prerpretruidrad; juzgara juzgar am bose  midieron en hiperbólicas maneras. Doce y sin serenar.

Gatés mojada determinó él, inversa tupería máximus ubicó ella.

El desdén cruzó el prado como un quetedén, sin decir cuándo ni aclarar por quién.

Se decían tanto con sólo mirar que subtitularles fue necesario, las apretadeces de manos a guión ejemplar, no retrasadas ni se hicieron notar más que por la infrazona puercona bajona.

Cómodos se acomodaban vituperios todos los días, a todas horas y serenos y no seré nos. Se escupían las fauces de tanto decir, a reserva de los hoyno circulares.

Frases de ambigua agresividad fueron sedimentadas en el innumeral desecho de sus gargantas; sus caras presas de arquetipos sin ganas.

Variaron de tal modo el pleito que optaron por teorizar vacuidad, cedido el caudal su aromo-anía se obstruyó de silencios; a las cuatro sin renos.

Generacionesen teras sólo conocieron de estatuas a quienes eran, allí, aún, faza faz de silencio investidos.

Nadie supo cuándo la estrategia mutó, ni porqué. Sinhora, siñora.

La flor liba púrpuras inefables, tiernas además, de un avispón grande y amarillo, y sí, sereno.

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