La percibes encima tuyo


Su frialdad te lame, te apretuja la piel. Te aprisiona. No sabes realmente si ahí deseas estar, pero no hay más vía de escape que en esa su reluciente boca, su grácil y fina lengua. Te pierdes en ella, o ella en ti que es lo más probable. ¿Morderte? Sí, eso hace. La notas con la delicadeza de un matarife; la ves tan pulcra como ingenuamente límpida. Su pecado, piensas, es la pureza. Su aliento te traspasa, te desgarra la vida, ella está en medio de ti. El suplicio es leve; el éxtasis, total. Te dejas hacer, te dejas morir, te dejas... Con suavidad se aleja, se escurre. Se lleva consigo la aquella lengua, se aparta. Tiemblas sin poder reconocerte, ya arrastrándote, ya reptando, ahora tras de ella.

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